Parece que el Barcelona ha superado el bache de juego y resultados que encendió las alarmas de los más escépticos y ventajistas. El toque, el exquisito trato del balón, el rigor táctico y la maquinaria ofensiva vuelven a deslumbrar a toda España y Europa. Durante el bache, muchas fueron las voces que se alzaron en contra del portero Víctor Valdés. El canterano, que si bien es cierto no cuajó sus mejores actuaciones sufrió, una vez más, la inquina de la crítica resabiada de aficionados y periodistas. La verdad es que la vida de Valdés no debe ser fácil. Desde su debut, en la temporada 2002-2003, su trabajo se ha observado con lupa. Siempre bajo sospecha. Una vez tras otra, Valdés ha visto sus virtudes minimizadas y sus fallos exagerados. Le han reclamado hasta el agua que bebe del grifo. La retina y el imaginario del aficionado no pasan página, y siempre vuelve la vista a ciertas ''cantadas'' supremas de Valdés que marcaron los albores de su carrera. Porque si lo miramos bien, la crítica de Valdés no es unánime ni uniforme. No es un concepto, sino una aplicación concreta. Las críticas sobre Valdés tienden a caer en lo puntual. En ''aquella cagada contra el Valencia''. O en ''esa otra frente al Osasuna''. Ciertamente ese puede ser el gran estigma de Valdés. Cuando mete la mata la mete bien. Eso es innegable. No obstante, hay cosas que no deben ser obviadas. La realidad arroja la dureza mental de Valdés y su buen desempeño. El Trofeo Zamora de 2005 y la continuidad que ha concedido a la complicada posición de portero del Fútbol Club Barcelona son dignas de mención. Igualmente, su cuota de culpabilidad en la consecución de la segunda Copa de Europa del Barça es reseñable. Por todo esto, no entiendo este constante desprecio a Valdés. Desde la sombra y la infravaloración es sin duda una de las piezas claves del éxito del Barcelona en los últimos cuatro años. |
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