sábado, 30 de mayo de 2009

El Chelsea vence al aburrimiento

chelsea-everton-2Un disparo de Frank Lampard en el minuto 71 fue suficiente para romper el 1-1 y dar al Chelsea su quinta FA Cup. El partido, carente de ritmo fue tedioso. Especialmente en la segunda mitad. La escala sísmica de Londres no registró apenas anomalías en un encuentro marcado por la poca imaginación y calidad futbolística de Everton y Chelsea, y por el cansancio físico propio de estas alturas de la temporada multiplicado por los 42 grados que había sobre Wembley. Luis Saha adelantó al Everton cuando no se habían disputado ni treinta segundos, y Drogba empató antes de la media hora con un potente cabezazo.

El envoltorio era perfecto. El mejor para una final. Un estadio de Wembley, majestuoso, engalanado y copado por dos aficiones entregadas. La interpretación del God Save the Queen fue emocionante. Indescriptible.

El inicio del partido no hacía presagiar el rácano espectáculo que se iba a ver, ya que poco después del pitido inicial, Felaini, aprovechando la pasividad y estaticidad de la zaga bajaba un balón llovido que Saha ponía en la red de un certero zurdazo. Un gol que no debió de subir al marcador debido al fuera de juego de Pieenar en el inicio de la jugada. La película imaginada por David Moyes comenzaba de la mejor manera posible. La vanguardia en el marcador reforzaba el planteamiento del Everton, que mordió al Chelsea durante los primeros minutos.

Los cinco centrocampistas alineados por Moyes, con Phil Neville y un incombustible Cahill en la medular desactivaron el predecible, lineal y lento juego del Chelsea. La ausencia de jugadores creativos por parte de los blues facilitó el trabajo del Everton. El Chelsea no encontraba su sitio en el campo, y sólo los tímidos progresos de Bosingwa por la derecha y las apariciones de Malouda por la izquierda rompían la monotonía. En este contexto, el Chelsea se encontró un gol sin buscarlo. Sin merecerlo. Un centro sin oposición de Malouda conectó con la cabeza de Didier Drogba, que entraba en carrera. Un remate cruzado sin paliativos.

El gol cambió el partido hasta el descanso. El Chelsea ganó profundidad por empuje. Sin fútbol. Gracias a su manifiesto poderío físico. Las ocasiones claras tampoco llegaron y el intermedio terminó por diluir la tensión, matar el físico y fomentar el aburrimiento.

La segunda parte fue prescindible, aberrante para una competición de la solera de la FA Cup. Anelka tuvo la oportunidad más clara, pero su vaselina se fue demasiado alta. Fue Lampard en el minuto 71 quien decantó la final, y para regocijo del espectador neutral evitó la prórroga. La inestimable ayuda del portero Tim Howard fue imprescindible para que el normal disparo de Lampard acabara en la red.

El gol sentenció la final. El Everton no disponía de calidad, ni de argumentos ni de físico. Ni siquiera lo intentaron por la vía de la épica, asumiendo la derrota. Una derrota que debió ser más abultada si el juez de línea hubiera dado validez a un gran tiro de Malouda que botó dentro de la portería y si el colegiado hubiera pitado un claro penalti sobre Lampard, a quien además amonestó.

La consecución de la FA Cup cierra el efímero paso de Guus Hiddink por el Chelsea. Una etapa corta pero no por ello yerma en títulos. El balance del año de los de Londres debe ser positivo. Este título, añadido a unas semifinales de Champions League en las que fueron superiores al mejor equipo del mundo son dos argumentos de peso. El Everton, por su parte, termina la temporada consolidándose en el quinto puesto de la Premier League y con esta histórica final bajo el brazo.

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